Tras la polémica por la nueva ley de protesta pública y por
la huelga de los trabajadores de la basura de Madrid, uno se da cuenta de que
el problema que tiene la opinión pública española con el sindicalismo, con la
huelga y con el inconformismo sociopolítico en general denotan el bajo talante
del español medio, infectado por una enfermedad que ya es crónica, auto
degenerativa, y parecida a una especie de mezcla entre los síndromes de
Diógenes y el de Estocolmo.
Muestra de ello es las manifestaciones del presidente del gobierno
sobre el derecho a la huelga, del que dice que debe ser conciliado con ‘el
derecho a la libertad que tienen los ciudadanos a que se les respete’.
Como Presidente del Gobierno supongo que Rajoy debe de saber
de qué habla. Quiero decir, el derecho a la huelga es un derecho expreso,
contemplado en la Constitución de forma clara (‘Se reconoce el derecho a la
huelga a los trabajadores’. Punto.).
Capítulo II, Sección I, “De los derechos
fundamentales y de las libertades públicas”. Por otro lado, el ‘derecho a
la libertad de los ciudadanos a que se les respete’, por más que lo busque, no
lo encuentro más que en discursos populistas y baratos. Pero es que tampoco
encuentro ese misterioso derecho en ningún razonamiento lógico: uno puede tener
un derecho a la libertad, correcto, que efectivamente existe. También uno puede
querer que se le respete, como es obvio. ¿Pero un derecho-a-la-libertad-a-que-como-ciudadano-se-me-respete?
Eso es una aberración, léxica lo primero, y jurídica lo segundo. Y dar de comer
a la gente con ese plato tan precocinado y plagado de colesterol, es para
molerlo a palos. A ver qué otro
colectivo tiene las agallas de mantener una huelga casi medio mes en estos
tiempos de “la cosa está muy mal”, porque como algunos no sé si saben, durante
una huelga no se cobra. Se han ganado cierto respeto, que además tiene un
precio: 13 días de salario. Su premio: que no les despidan a cambio de
congelarse el sueldo durante 5 años, de EREs temporales, etc etc. Te dan por
culo y encima tienes que dar las gracias. Pero son unos marranos por no haber
respetado el derecho a la libertad a que se respete el no sé qué de no sé quién.
Malditos sindicalistas. Y como no me ha gustado la presión que me han hecho,
cambio la ley, porque para algo tengo una mayoría absoluta. Punto.
Otra ejemplo vomitivo es el debate que la pasada semana
ofreció el canal 24 horas de RTVE en el programa ‘La noche en 24 horas’, con
Ignacio Fernández Toxo (secretario general de Comisiones Obreras) como invitado
–o como plato- principal. Y con periodistas y agentes sociales de dudosa
imparcialidad como también invitados. O como comensales. O más bien como buitres.
El sarcasmo y la poca educación de algunos individuos de cierta relevancia
social (principalmente cuando son los encargados de dirigir la información que
llega a los ciudadanos) explican una vez más el bajo talante sociopolítico del
español de a pie.
El problema no es CCOO, UGT, etc. El problema es el temor
irracional que se ha creado y fomentado respecto del término “sindicalismo”, tratándolo
casi como el gran parásito y marginado del sistema. Desrespetando su origen,
fundamento, y labor histórica en la lucha por los derechos laborales que hoy
tenemos. Y que quede claro que no me refiero a ninguno en concreto, sino al
sindicalismo –o a la lucha social, si se prefiere- en general. Y sin necesidad de entrar a
valorar repúblicas, guerras civiles ni franquismos y el papel que ocuparon en
ellas, digno como mínimo de un poco de respeto.
Pero, además, este ser de bajo talante ha pasado de criticar la inmigración a querer emigrar porque ahora el ‘hambre’ le ha tocado a él. Le han hablado de la Latinoamérica de de las oportunidades, del Mundial y de los Juegos Olímpicos; del Dubai del progreso; de la China del crecimiento económico. A todos les ha gustado y allá van, becados por las grandes empresas, por el Estado, o por los Reyes Magos los más afortunados. De paso cuando estén por esos mundos me gustaría que preguntasen si a los de allí también se les dan becas. Si allí tienen sindicatos, derecho a la huelga, seguridad social, o derechos laborales, y todos esos lujos innecesarios en época de crisis económica.
Formación inicial de UGT. 1888
Cartel propagandístico de UGT en la Guerra Civil española.