Seguí
empujando contra la oscuridad aunque era ya casi un acto reflejo. Ya no
intentaba apartarla, sino que simplemente aguantarla, para no dejar que
me aplastara por completo. Yo no era el gigante Atlas y la oscuridad
parecía tan pesada como la bóveda celeste. No era capaz de echármela a
los hombros. Todo cuanto podía hacer era impedir que acabara conmigo por
completo.
Éste
era un tipo de patrón que se había aplicado a toda mi vida: nunca había
sido lo bastante fuerte para enfrentar las cosas que estaban fuera de
mi control, como atacar a mis enemigos o superarlos. O evitar el dolor. La única cosa que había conseguido era
mantenerme en marcha. Soportarlo todo. Sobrevivir.
Hasta ahora había sido suficiente. Hoy también lo sería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario