viernes, 9 de agosto de 2013

Diez días en Israel

De sobra es sabida la importancia de la Tierra de Israel para judaísmo, islam y cristianismo. Por eso me llamó especialmente la atención la presencia de otras dos corrientes religiosas en Israel: los drusos y los bahái.
Con una breve descripción de cada una de ellas y con una veintena de fotos de momentos y lugares, aquí queda un breve resumen de lo que pude ver durante 10 días en Israel.

Los drusos habitan en diferentes aldeas de todo Oriente Próximo, incluido Israel. Son árabes que en su momento, allá por el siglo XI, se separaron del islam configurando una religión aparte. Esencialmente creen en el alma y no en el cuerpo, lo que se manifiesta en su concepción acerca de la muerte y la reencarnación. Lo curioso es que son árabes y a la vez son patriotas del Estado de Israel, y cumplen con el servicio militar israelí (del que en principio están exentos) de forma voluntaria. No aceptan la conversión, por lo que uno nace y muere druso, no hay otra. Actualmente existe alrededor de 1 millón de drusos en el mundo.

El bahaísmo es la religión independiente más extendida en el mundo. Su fe se edifica sobre la paz, el amor y la naturaleza. Creen que cada una de las grandes religiones -introducidas en su correspondiente momento histórico por los mensajeros de Dios como Moisés, Jesucristo, Mahoma, etc-  constituyen etapas sucesivas en el desarrollo espiritual de la civilización. Creen que en el fin de los días todas las religiones se van a unificar como lo que realmente son: una sola.
Llama la atención los interesantes principios sociales que propone el bahaísmo: la armonía entre religión y ciencia, la igualdad entre hombres y mujeres, la eliminación de toda forma de prejuicio, la eliminación de la pobreza y riqueza extremas, la paz mundial... Cosas de las que ya quisieran presumir otras religiones institucionalizadas.


Salón de Tel Aviv desde el que se declaró la independencia del Estado de Israel, en pleno escenario de la Guerra de la Independencia. 1948.


Mercadillo de Tel Aviv. 

 Surfing en la playa de Tel Aviv



Desierto de Judea 

Tienda beduína 


Amanecer desde el monte Masada. Debajo, el desierto de Judea, el mar muerto, y al otro lado las montañas de Cisjordania desde donde sale el sol.




Orilla del mar muerto.


Vistas de la parte histórica de Jerusalén 


Trincheras en las montañas de la frontera con Siria, al norte de Israel. 
El cartel reza: "Objetivo: defender las fronteras del norte de Israel". 




Familias ortodoxas disfrutando del plan de domingo en la naturaleza. 


Familia en la emblemática ciudad de Tzfat. 


Para el judaísmo se considera una buena acción celebrar el ritual de ponerse el Tfilim y rezar una oración importante. Tan buena acción es hacerlo como promover que otros lo hagan. En las calles de Tzfat, un hombre voluntariamente pone Tfilim a la disposición de los visitantes. 




Jardín de los Bahái, en Haifa.


En la zona nocturna de Jerusalén, estos dos hombres tocaban "I wish you were here".

Ruinas de Jerusalén 


A pesar de que Jerusalén está en el interior de Israel, el trozo musulmán de la ciudad no se considera territorio israelí. Los visitantes no son bien recibidos en esa zona.



Memorial en recuerdo de las víctimas del Holocausto, en el museo Yad Vashem.


Dos jóvenes soldados armados a la salida del museo. Resulta casi paradójica su presencia al lado de los cuadros en recuerdo de las víctimas.



jueves, 1 de agosto de 2013

¿Cómo pueden los paracaidistas llorar?

Este muro escuchó muchas plegarias,
Este muro vio muchos otros muros caer
Este muro sintió las manos de mujeres de luto que lloraban por sus hijos
Y sintió papelitos que se depositaban entre sus piedras.
Este muro vio a Rabbi Yehuda Halevi arrodillarse ante él
Pero este muro nunca antes había visto a paracaidistas llorar.

Este muro los vio cansados y angustiados
Este muro los vio heridos y mutilados
Corriendo en su dirección con el corazón acelerado en alegría, llanto, o silencio
Arrastrándose como depredadores por las calles de la Ciudad Vieja
Cubiertos de polvo y con los labios cortados
Susurrando, "Si yo te olvidare, Jerusalén..."

Son ligeros y veloces como las águilas; fieros y valientes como los leones
Sus tanques son como carruajes de fuego del profeta Eliahu.
Pasan con furia, como un trueno
Recordando los miles de años en los que no tuvieron ni tan siquiera un muro donde derramar sus lágrimas.

Y he aquí, ellos están aqui
Con la respiración pesada, sollozan en silencio
Y lo contemplan con dulce lamentación
Las lágrimas se deslizan sobre sus rostros, y ellos se miran desconcertados
¿Cómo ocurre esto? ¿Cómo pueden los paracaidistas llorar? 
¿Cómo pueden tocar el muro con tanta emoción?

¿Y qué sucede de repente, que su llanto se transforma en canto?
Tal vez sea porque estos jóvenes de 19 años
Cargan sobre sus hombros 2.000 años de dispersión.

"Los paracaidistas lloran", de Haim Hefer. 1967.

Tres jóvenes paracaidistas que tomaron parte en la guerra de los 6 días, en la que Israel recuperó el control sobre la totalidad de Jerusalén.

El Templo de Jerusalén es el principal santuario del pueblo hebreo, único lugar desde donde es posible comunicarse con Dios según los textos sagrados.
El Primer Templo fue construido por el rey Salomon y destruido por los babilonios en el año 587 a.C.
El Segundo Templo fue reconstruido por Herodes en el año 515 a.C. y nuevamente destruido por los romanos en el año 70.
Desde su última destrucción no ha vuelto a reconstruirse. El muro de las lamentaciones es lo único que queda de él, de ahí su valor histórico-religioso.

De los 613 mandamientos del judaísmo, un tercio de ellos depende directamente del Templo. Así, se puede decir que ni el más ortodoxo de los judíos cumple -ni puede cumplir- al 100% los preceptos divinos del judaísmo.

El Templo debe construirse en el lugar exacto designado, ocupado desde el siglo VII por la mezquita de Jerusalén, construida sobre las mismas ruinas del Templo de Salomon, y que constituye el tercer lugar más importante para el Islam. El poema y la foto que abren esta entrada datan de 1967, tras la Guerra de los 6 días en la que Israel tomó el control sobre la totalidad de la ciudad, antes dividida desde la Guerra de la Independencia de 1948.

Incluso en los periodos en los que el Estado de Israel tuvo el control sobre la totalidad de la Ciudad Vieja, la posibilidad de derribar la mezquita para reconstruir el Templo no se contempló. Hoy en día Jerusalén vuelve a estar dividida entre las 3 religiones mayoritarias.

En definitiva, el muro de las lamentaciones es lo único que queda de lo que en su día fue lo más cercano a comunicarse con Dios. Su fundamento está en el antiguo testamento, lo que lo hace un lugar especial tanto para el judaísmo como para el cristianismo. El hecho de que el lugar geográfico en el que se encuentra situado sea también sagrado para el islam confirma el valor espiritual del lugar así como el origen común de las tres religiones.